lunes, 18 de abril de 2011

Canalización del Papa Juan Pablo II por Kris-Won (17-04-2011)



J U A N    P A B L O    I I


            No me he alejado de ustedes, y continúo velando porque el mundo sea mejor, con menos injusticias y con más alegría y felicidad.



            Que el Señor bendiga a cada una de las personas que lean esta carta, así como a cada ser humano de los que pueblan todos los rincones del mundo.

            Mi corazón está triste, porque el hombre no ha sabido responder al llamado del Señor, para que aquellos en situación más favorecida se esfuercen por aliviar el pesar y cubrir las necesidades básicas de aquellos otros a los que la vida no les ha sonreído y les ha mostrado su lado más duro y penoso.

            Durante el período en que fui Papa en el Vaticano mi preocupación básica fue esa, tratar de mejorar las condiciones de aquellos golpeados por las vicisitudes de la vida, ya fueran pobres, enfermos, presos o cualquier persona víctima de algún tipo de calamidad personal.

            ¡El mundo está tan falto de caridad, de misericordia y de solidaridad!

            Yo quisiera desde aquí hacer un llamamiento a la caridad de las personas que puedan considerarse pudientes económicamente, para que no piensen sólo en ellas mismas, y que ayuden de alguna forma a paliar las dificultades de tantas y tantas personas que están sufriendo de una u otra forma.

            Nosotros seguimos haciéndolo también desde el otro lado, pues, como bien saben ustedes, la vida no se detiene con la muerte del cuerpo, sino que continúa en el más allá, sólo que con una vestimenta más sutil y libre de las limitaciones del mundo físico.  También nos ocupamos de las tareas que nos han sido asignadas por jerarquías elevadas, que sirven a su vez a los demás y nos ayudan a nosotros a dedicar nuestra existencia a ayudar a otras almas que viven en el mundo a ver la luz dentro de la oscuridad que ellas mismas se han autoimpuesto, a causa de sus acciones erradas en el pasado.

            El servicio hacia los demás no cesa nunca, y no se frena con la desintegración del cuerpo material, pues sólo éste regresa al polvo.  Pero bienaventurados sean, en verdad, aquellos que ya comenzaron a sentir la necesidad de ayudar a los demás estando aún en vida, y no han necesitado trascender la vida humana y entrar en el mundo espiritual para darse cuenta de ello.  ¡Sí, bienaventurados sean!

            Porque lo cierto es que aquella persona que haya vivido una vida dedicada a la satisfacción de sus propios intereses egoístas, ¡es una persona que ha malgastado su vida!  Si ha acumulado una fortuna, su riqueza se la comerán las polillas, y si se ha ocupado únicamente de su propio beneficio, se dará cuenta cuando ya sea tarde, que no ha ayudado a mejorar la existencia de nadie y que, por lo tanto, su vida no habrá valido nada, por no haber sabido darle nada a los demás.

            Una persona buena es un tesoro en la Tierra, y lo triste del caso es que hay muchas personas bondadosas encarnadas, que no hacen todo el bien a los demás que podrían hacer, por no haberse librado del engaño de que están ‘separados’ de todos los demás seres humanos.

            Si supieran que, muy al contrario, todos los seres humanos de toda la Tierra estamos unidos por un vínculo espiritual único, no establecerían diferencias entre lo que es de ellos y lo que es de los demás, y no dudarían en mejorar las condiciones de vida de otras personas, como si fueran las suyas propias.

            En estos tiempos difíciles en que nos encontramos, solicito la ayuda y el apoyo de toda la humanidad, no sólo de la comunidad cristiana, sino de toda la raza humana, para que mediante el servicio desinteresado y la oración entregada y concentrada, ayuden a paliar en la medida de los posible el sufrimiento de los demás hermanos y hermanas que lo necesiten.

            Que el amor de Cristo, de María y de Dios Todopoderoso, bendigan las almas de aquellas mujeres y hombres que se vuelquen hacia aquellos que sufren y que están perdidos en una vida de soledad, de penurias o de carencias, ya sean afectivas, como los ancianos, o materiales, como los pobres o los desahuciados.

            No me he alejado de ustedes, y continúo velando porque el mundo sea mejor, con menos injusticias y con más alegría y felicidad.

            Los bendigo a todos, en el amor de Cristo resucitado, que es el mismo amor que siente Dios Padre por todas sus criaturas.


                                                     Juan Pablo II


1 comentario:

  1. UN HOMBRE COMO EL, SABIA QUE IBA DIRECTO A LOS TEMPLOS. SU PRESENCIA LA SIENTO COMO SE SIENTE LA PRESENCIA DE LA LUZ, DAN GANAS DE LLORAR PERO NO POR TRISTEZA SINO DE ALEGRIA QUE EMBRIAGA AL ESPIRITU. GRACIAS AL CANAL KRIS WON QUE LA LUZ LO ENVUELVA SIEMPRE. MICHELLE PORTE VENEZUELA

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